Presumen ser una iglesia
cristiana, cantan, saltan y alaban, se ven gozosos, de pronto los gritos del falso
apóstol irrumpen asegurando
enfáticamente tener el mover profético del Espíritu Santo. De repente una taza
con harina es traída a la tarima, la gente se acerca con sus billeteras
abiertas, todos están felices de que el megahereje llene con harina sus
carteras y billeteras declarándoles su futura prosperidad.
Los megaherejes se han
diseminado por todo el mundo con su multiplicidad de engaños. En Honduras un
pastor dice haber resucitado más de 500 muertos. En la florida una profetiza
hace que los billetes hablen. En Guatemala alguien adula haber olido la sangre
de Cristo. En Colombia una asociación le celebra el cumpleaños a Jesucristo. Un
pastor venezolano convierte agua en vino y hace que llueva del cielo polvo de
oro. Una iglesia en Hermosillo México cree que el Espíritu santo es una señora
y le cantan como si fuera la madre celestial, la mujer perfecta. En otra
iglesia en Mexico reparten chicles que al masticarlos traen sanidad. Muchos de
estos dicen traer unción por medio de rociar leche, agua desde una manguera o
golpeando con una chaqueta.
El apóstol Pablo advirtió que
después de su partida vendrían lobos rapaces que no perdonarían el rebaño (Hch.
20:29). Estos lobos, han construido mansiones, vuelan en sus jets privados,
toman el sol en sus yates, se bañan en un jacuzzi y cenan a la carta; todo
gracias al dinero que reciben de sus feligreses.
Un Megahereje se distingue
por: tomar la piedad como fuente de ganancia (1 Ti. 6:5), servir a sus propios
vientres (Ro. 16:18), disfrazarse como apóstoles de Cristo (2 Co. 11:13),
tratar de agradar a los hombres (Gá. 1:10), enseñar con filosofías, huecas
sutilezas, fábulas, genealogías interminables, palabras fingidas y persuasivas
(Col. 2:8, 1.Ti 1:4, 1Co. 2:4), alabarse a sí mismos (2Co. 10:18), poseer un
poder engañoso (2 Ts. 2:11), enseñar por ganancia deshonesta (Tit. 1:11), hacer
mercadería con la gente (2P. 2:3), tener doctrina de demonios (1Ti. 4:5), creerse
doctores (1Ti. 1:7), perseguir un evangelio diferente (Gá. 1:6), codiciar oro y
plata (Hch. 20:30), predicarse a ellos mismos (2Co. 4:5), no buscar a sus
feligreses sino lo que ellos tienen (2 Co. 12:14), ser ladrones asalariados
(Jn. 10:12), ambicionar siempre el primer lugar (3 Jn. 9), entrar a las
iglesias encubiertamente (Jud. 4), hablar cosas infladas (Jud. 16), ser
sensuales y burladores (Jud. 18,19), tener
adivinación mentirosa (Ez.13), etc, etc.
Todos regresan a sus casas
con sus billeteras vacías y sucias por la harina que les echaron. Creen que los
pactos, promesas y decretos recibidos por parte de los megaherejes se harán
efectivos, pero al pasar de los días la desilusión será cada vez mayor; todo
por un desconocimiento de las escrituras: “Mi pueblo fue destruido, porque le
faltó conocimiento…” Os. 4:6.
Cuida tu bolsillo porque los
megaherejes no son apóstoles ni ministros de Cristo, van en busca de tu dinero;
así que huye de todo deseo de enriquecerse: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de
estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la
mansedumbre.” 1 Ti. 6:15.
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