La humanidad
siempre ha estado en guerra y aproximadamente ha vivido unas 15000 de ellas; guerras
de días, años, entre naciones, por regiones, mundiales, guerras civiles, frías,
fronterizas, nucleares, árticas, navales, químicas, sucias, guerras de
guerrillas y hasta guerras santas.
La Biblia narra
decenas de batallas que libro el pueblo de Israel y que Dios mismo ordenó: “sino
que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo,
al heveo y al jebuseo…” Dt. 20:17; algunas de ellas han sido declaradas de por
vida: “Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación” Ex. 17:16.
La paz es definida
como la ausencia de guerra o violencia, es un nivel de tranquilidad personal o
social; ha sido el discurso de diplomáticos, reyes, presidentes y políticos. La
paz ha convertido a la paloma en su símbolo, ondear una bandera blanca es
sinónimo de paz, algunos se saludan con paz: “shalom”, se dan un beso de paz y
se despiden: “Id en paz”. Canciones, frases, poemas y premios nobel han sido dedicados
a la paz, y muchos hasta escriben paz en sus manos y sus frentes.
La
humanidad se ha llenado de ofertas,
tratados, treguas y diálogos de paz; pero, ¿Por qué tantos esfuerzos de paz no
surten efecto? La Biblia nos ayuda a entender
el porqué: “Los cuales hablan paz con sus prójimos, pero la maldad está
en su corazón” Sal. 28:3. Siempre que el corazón del hombre esté lleno de iniquidad,
las guerras continuarán, los abortos, los homicidios y la maldad: “El pecado de
Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está
en la tabla de su corazón” Jer. 17:1.
David Pack dice:
“Los gobiernos de los hombres simplemente no funcionan. Nunca han tenido éxito
en encontrar soluciones permanentes para problemas insolubles. No tienen las
respuestas para las preguntas más importantes de la humanidad. No se le ha dado
al hombre el poder entender el camino de la paz; y por lo tanto, de la
abundancia, felicidad, salud y prosperidad. No en balde, los grandes
pensadores, líderes, educadores y científicos han fracasado miserablemente en
sus búsquedas por la paz en la tierra. Dios no le ha revelado todavía a la
humanidad, por completo, la solución para las guerras interminables de los
hombres”.
Solo Jesucristo
puede traer paz auténtica, radicalmente opuesta a los acuerdos humanos: “Les
dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un
regalo que el mundo no puede dar” Jn. 14:27. Los cristianos anunciamos el
evangelio que trae paz verdadera y duradera, las buenas nuevas para salvación
de Jesucristo, no ha si las ficticias promesas de paz por los hombres: “…cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas
nuevas…” Ro. 10:15.
En un planeta
lleno de gente pecaminosa, en ocasiones es necesaria la guerra para prevenir calamidades
mayores. Cuando a Jesús le preguntaron por su regreso, él respondió: “Y oiréis
de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario
que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación
contra nación…”. Mt. 24:6-7. Será Jesucristo mismo quien por medio de una guerra
(Armagedón) traiga por fin paz perdurable. Pensar en la solución de conflictos
entre naciones por medio de hombres es ir en sintonía con el Anticristo y su
plan de paz: “que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos
destrucción repentina…” 1 Ts. 5:3.
Los
creyentes debemos ser pacificadores y orar por la paz, pero la que Dios trae a
nuestras vidas y traerá al mundo entero, más no por la que hombres diplomáticamente pretenden
encontrar para resolver sus conflictos e intereses: “Y el Dios de paz aplastará
en breve a Satanás bajo vuestros pies” Ro. 16:20. Cuidado, en ocasiones la cura
es peor que la enfermedad: “Y curan la herida de mi pueblo con liviandad,
diciendo: Paz, paz; y no hay paz” Jer. 6:14.